lunes, 13 de julio de 2015

Capitulo 13

-Así que todo esto era de "mi padre" -murmuró Rafael al intentar contemplar la casona en medio de la tenue luz del farol.

-Así era, ahora te pertenece, bueno si es que cambias de opinión respecto a la venta.- mencionó tristemente Aurelio.

-Vender todo esto es...

-No estarás arrepintiendote...¿O si?

-No, es sólo que de pensar en buscar compradores... Es muy complicado en estos tiempos que alguien deseé un sitio tan grande para vivir.

-Te sorprendería la cantidad de gente que me busca para intentar comprar casas más grandes que ésta... sabes, haber sido abogado de tu padre me trajo algo de fama entre la gente adinerada, todos buscan vivir en un pueblo tan tranquilo como Parras de la Fuente para relajarse del ajetreo que representa una ciudad.

El mayordomo permanecía en silencio guiándolos hacia la escalinata en donde aguardaba una mujer que se presentó ante ellos con el nombre de Angelina. 

Rafael no deseaba observar nada más, a decir verdad quería recostarse ya que el viaje  estaba tomando factura  en él por fin. Sólo se limitó a escuchar las voces de Aurelio y del mayordomo  acerca del  clima que habian tenido estos últimos dias y lo que habían encontrado hasta ahora en las investigaciones del jefe de policia. También Angelina permanecía en silencio y los guiaba a sus habitaciones.

<<Al parecer han permanecido aquí desde que falleció él..."mi padre">> pensó mientras un bostezo escapaba de su boca. La primera habitación de huéspedes fue para su abogado el cuál se retiraría en cuanto le entregaran los documentos  donde avalaran que Rafael era el dueño de la casona.

-Y ésta es su Habitación...-escuchó que Angelina decía dirigiéndose a él y sacándolo del sopor. - Pertenecía a su fallecido padre, que Dios lo tenga en su gloria.-murmuró persignándose.

-Gracias Angelina... Pero prefería ir a una habitación diferente, quisiera mantener ésta cerrada por un tiempo.-respondió Rafael sin siquiera mirar el lugar cubierto de sábanas blancas.

-Cómo usted mande, tome la llave, no la necesito entonces.-murmuró entregando una pequeña llave cobriza.

Finalmente terminó en una habitación dos puertas mas atrás de la principal y después de que se retiraron Martín y Angelina pudo sentarse en uno de los taburetes que se encontraban al pie de la cama.

-Bueno... creo que esto es el comienzo de mi nueva vida, aún no me acostumbro a llamarme Rafael y a no dar clases... Pero debo resistir... no será por mucho tiempo.

Después de prepararse para ir a la cama, se cubrió con las sábanas y sin más se quedó profundamente dormido.

miércoles, 1 de julio de 2015

Capitulo 12

Rodolfo tardo unos segundos en responder, suspiro profundamente mientras se colocaba en una posición mas cómoda.

-María, querida mía, te lo agradezco tanto, pero no te hubieses molestado-
Rodolfo tomo el café de las manos de María, mientras se las acariciaba.

-Ya es muy noche, como para que una mujer de tu altura, se ponga a deambular por las calles-

-Sé cuidarme bien Rodolfo, además después de todos estos años de casados, aun te sigo esperando por las noches, no logro acostumbrarme a tu ausencia-

- Doña María, que gusto verla, buenas noches- Un puñado de policías pasaba por ahí, y siempre que veían a María, se tomaban unos minutos para saludarla.

-Buenas noches, caballeros, espero tengan una buena noche-

-María, querida, no tienes nada de que preocuparte, y lamento mis ausencias, pero sabes que es mi trabajo, y que tu debes volver a casa-
Rodolfo sonaba triste y preocupado, por su querida esposa.

-¿Ha resultado enriquecedora, tu investigación?-

-Me temo que no,  aun esperamos que nos entreguen el informe de su autopsia, yo no tengo muy claro y no puedo imaginarme en su totalidad, la causa de la muerte del pobre don Antonio-

-Es claro, para mi fue un suicidio, el pobre diablo era tan malo-

-¡Maria!, no hables así de Don Antonio, quizá no fue la persona que muchos esperaban, pero no deben olvidar, que también ayudo mucho, incluyéndonos, y por eso le debemos respeto- Rodolfo estaba enfurecido, quizá era el estrés y el cansancio los que afectaban su paciencia.

-Rodolfo yo.. lo siento mucho- María estaba mas que apenada, y sus blancas y arrugadas manos temblaron un poco.

-Como te decía, pudo parecer suicidio o incluso pueden decir que fue muerte natural, pero asi mismo,  es bien sabido que el viejo Requena tenia muchos enemigos, bien pudieron... bueno... no se,  por eso espero los resultados-

- Entiendo, ¿pero cuando llegaran esos resultados?, ¿Qué sigues esperando en este lugar?-

-En cualquier momento podrían llegar, además estoy esperando, se me informo que un familiar de Requena llegaría a Parras, y es mi deber informarle lo sucedido, y brindarle seguridad-

-¿Has dicho  un familiar?, Rodolfo, te refieres a su... hija?-

-No María, Requena nunca reconoció a esa niña como suya , la persona que llegara, es su legitimo heredero, la única persona que aun lleva el apellido Requena- En ese momento Rodolfo finalmente le dio un gran sorbo al café que le había llevado su esposa, pues éste, ya comenzaba a enfriarse.

-¿Cuándo llega?, creí que la gran fortuna de Requena se repartiría en Parras, o que su mayordomo seria el heredero-
Rodolfo miro seriamente a María y nuevamente suspiró.

-Por eso debo brindarle protección a esa persona, mucha gente quiere y espera que esa fortuna sea repartida-
El hombre se levanto de su asiento y se dirigió hacia una pequeña sala, fuera de su oficina donde se encontraban alguno de sus oficiales.

-Caballeros-

-¿Señor?-

-Por favor, sean tan amables de acompañar a mi esposa a casa-
María se sorprendió mucho.

-Será un placer señor-

-Jamás me habías corrido de esa manera de la comisaria Rodolfo-

-Lo siento María, tengo mucho trabajo y no puedo contestar mas preguntas, a partir de este punto, los resultados y la investigación se vuelve confidencia, en cuanto los resultados y aquella persona llegue, ya no puedo decir nada mas-
María salió de la oficina de su esposo, mientras este regresaba a su asiento, viendo como a lo lejos María era escoltada por los oficiales hasta que la perdió de vista.

-Y repentinamente a medio Parras le interesa la muerte y la fortuna del viejo,  esto se esta tornando interesante- Rodolfo continuo bebiendo el café, ahora ya tibio, mientras continuaba leyendo los reportes de la investigación.

sábado, 22 de noviembre de 2014

Capitulo 10

Ya eran más de las 7 de la noche y habian pasado dos semanas desde que Rafael se había enterado de la verdad. Él y Aurelio llegaron a la pequeña Cafetería de Parras, abrieron la puerta y se dirigieron a la barra mientras sentían las miradas sobre ellos de las personas que se encontraban alli.

-Te dije que sería más fácil si comenzabamos desde aqui-susurró Aurelio.

-Buenas noches caballeros ¿En qué puedo servirles?-preguntó una mujer vieja, al parecer era la dueña del local.

-Dos cafés bien cargados por favor...y algo para acompañarlos-respondio Aurelio.

-¿Les parece bien una rebanada de mi famoso pastel de chocolate?- preguntó mostrandoles una bandeja con algunas rebanadas de pastel.

-Ese pastel se ve apetitoso, me parece excelente idea, gracias.

La mujer se retiró a través de la puerta hacia la cocina mientras los dos hombres seguían siendo observados.

-Disculpen caballeros...-habló suavemente una joven que, acercandose a ellos, los miraba interrogante.-Ustedes parecen nuevos por aqui ¿Vienen de paso? No quiero sonar entrometida pero me agrada conocer gente nueva.

-No se preocupe jovencita, me ahorró parte de mi trabajo. Le presento a Rafael Requena-diciendo ésto elevó un poco la voz para atraer la atención de los demás.

-¿Él dijo Requena?-se escucharon varios murmullos de fondo seguidos de un largo silencio.

-Les traje su cafè y en un momento les sirvo una rebanada de mi famoso pastel de chocolate-dijo mientras depositaba los platos y tazas en la barra y se acercaba a tomar dos rebanadas a la bandeja.-¿Qué pasa aqui? ¿Por qué tanto silencio?

-Lo siento doña Jacinta es que...

-Él... el joven ¡Es un Requena!-exclamó alguien.

-¡Es familiar del viejo de la casa grande!-exclamó otro.

-¿Es enserio? -dijo sorprendida mirando a los dos hombres que tenía frente a ella.-Entonces-murmuró reponiendose de la impresión-Los veremos muy seguido por aqui.-y agregó dirigiéndose al joven en voz mas baja:-¿Tú eres Rafael cierto? Bienvenido a Parras, puedes hablar conmigo si necesitas algo ,yo... Era amiga de tu madre.

-Gracias doña Jacinta de verdad espero pronto conocer a todo el pueblo.-respondio Rafael sonriendo.

-De nuevo Bienvenidos. Oigan y... ¿ Ya fueron a la casona?

-Aún no, acabamos de llegar pero saliendo de aquí pensábamos ir allí.-mencionó don Aurelio mientras Rafael llevaba un pequeño trozo del pastel a su boca.

-¡Doña Jacinta! ¡Éste pastel está delicioso!-exclamó Rafael, interrumpiendo a su abogado.

-Muchas gracias Rafael, mi trabajo me ha costado encontrar la receta ideal.

Terminaron su cena y, después de pagar la cuenta se despidieron para dirigirse a la famosa casona. Caminaron por 15 minutos a la luz de los pocos faroles que se encontraban en la calle hasta que llegaron a una gran puerta de madera, debido a la oscuridad no podían captar cada detalle y admirar todo su esplendor. Aurelio se acercó al león de metal que se encontraba en la puerta y tocó, emitiendo un sonido sordo debido al contacto del metal con la madera.
Esperaron un momento hasta que se escucharon ruidos indicadores de que alguien acudió al llamado, después de eso un hombre de mediana edad les abrió algo sorprendido.

-Don Aurelio Buenas noches, ¿Qué lo trae por aqui?

-Buenas noches... traje a Rafael Requena el heredero del difunto Antonio Requena.

-¿Es él?-se sorprendió al verlo- Yo no... sabía que lo había encontrado y menos aún.... que lo iba a heredar todo....Yo... bienvenido amo... pasen, pasen por favor. El frío de la noche va a ser tremendo-exclamó haciendose a un lado para dejarlos entrar.

Ambos pasaron mientras escuchaban tras de sí los cerrojos.

jueves, 11 de septiembre de 2014

Capítulo 11

-Ella y él lo sabrán. Todas las cosas se llegan a saber. Esta muerte es la antorcha de la incertidumbre. Nada es o será lo que parece- sentenció Diablo mientras miraba su reloj. Eran las diez de la mañana, un día después de la muerte del regente, tal como había sospechado, había cierta incertidumbre en el aire, se podía respirar. Rancia, como la muerte en el desierto.

Se ocupó de leer el periódico, o mejor dicho, de hojear un rato más, cuando se hartó de las noticias, lo dobló a la mitad y lo dejó a su lado, se estiró como pudo sentado, teniendo un poco de cuidado con la palanca de velocidades del Impala 78 beige. Viejo, pero bien cuidado y con una confiabilidad única, la máquina perfecta, según él; la llamaba Susana, la única mujer con que se había acostado en su interior, cerró los ojos y entre sus estiramientos rememoraba ese momento; el calor del interior, los gemidos, los fluidos recorriendo el cuerpo... Con un manotazo mental alejó todas esas sensaciones y salió del automóvil.  Al salir, se colocó el sombrero de fedora, combinación perfecta de su traje. Vio a ambos lados de la calle. Ningún auto o persona a la vista. Se dirigió a la única choza de las afueras de Parras, tocó y esperó a que le abrieran.
El calor era sofocante, pero resistía.

-¿Quién?- una voz cansada habló, atravesando la puerta de madera astillada.

-El comprador de almas- dijo, aguantando una leve risa. El mote era serio, pero el hecho de habérselo ganado le hacía reír. Un disparo y ¡bam! era el nuevo hombre que ajustaba cuentas.

Tras la puerta, un barullo se hacía, sonido de ollas, cacerolas y una olla de barro rota alteraron el silencioso andar del viento que llevaba un chamizo volador seco entre sus oleadas.

-¡No! ¡Mi esposo pagó por completo!-

-Soy el comprador de almas, pero no ese... Lo maté hace siete meses-

-¿Cómo puedo estar segura?-

-¿Abriendo la puerta?-

-Prométame no dañarme-

-Prométame cooperar-
La puerta se abrió y salió un plato negro temblando. Era la tapa de una sartén de peltre.

-¿Me deja ver su rostro ahora?- dijo Diablo -¿Ya vio? No le he hecho nada ¿por qué no me deja entrar y librarme del calor infernal de aquí afuera?-

-Quédese ahí-

-Usted no está cooperando, si así van a ser las cosas, mejor prepárese y aléjese de la puerta antes de que la tumbe con todo y ella...- La puerta se abrió por completo. Había oscuridad recortada por algunos rayos de sol que penetraban furtivos por las paredes agrietadas. Y en el quicio de la puerta una anciana encorvada, con pocas hebras de cabello plateado indomables; el olor era penetrante y asqueaba un poco.

-Ah... bien- susurró Diablo.

-¿Es usted?-

-Sí- e ingresó. Vio una mesa de madera, dos sillas, un catre con cobijas a cuadros, un horno de ladrillos apilados de forma inestable, los fragmentos de la otrora olla... Un reinado de pobreza.

-Dudo mucho que su esposo haya pagado-

-Lo hizo. Fue un hombre honrado ¿Vino a chingarme la vida?-

-No... bueno, un poco- metió su mano en la bolsa de su pantalón, la sacó con un papel doblado por la mitad y lo extendió hacia la mujer -Será mejor que se siente. No quiero que se caiga-
La mujer tomó el papel con sus dos manos, soltando la tapa. Soltó la tapa y se dejó caer sobre la silla gimiendo.

-Es, es, es, es, es, es....-

-Sí. Es él-

-Pero...- la zozobra respiratoria le impedía articular frase alguna. Las lágrimas le caían en el regazo.

-Sucedió anteayer...-

Con la mirada, incriminó a Diablo. Se reflejo el odio y la angustia. Antes de que pudiera decir algo, él negó con la cabeza tranquilamente -Fue el otro... De no haber sido por mi, su esposo estaría ahora en primera plana sin cabeza y destripado. Lamento aceptar que la foto la tomé yo, pero era para que me creyera-

-¿Quién es usted? ¿Por qué me...?- se sonó la nariz - ¿Me hace esto?-

-Por que requiero de usted-

-¿Y de que le puedo servir?- sonrío un poco y moqueó un poco más.

-Puede llegar hasta Martín. Voy a contarle....-
La mujer siguió llorando durante las dos horas siguientes, primero por la muerte de su esposo, y luego por la ira que le generó la noticia...

sábado, 9 de agosto de 2014

Capitulo 9

Cuando por fin Miguel había terminado de llenar el vaso para café de su marido, con un aspecto entre nervioso y palido, doña Maria decidió guardarse sus comentarios, saco unas monedas con sus blancas y arrugadas manos que temblaban al aplicar fuerza para poder abrir su monedero.

-Guarda el cambio Miguel, nos veremos mañana- dijo con tono alegre y mostrando una pequeña sonrisa.

-Usted tan amable como siempre doña María, pero la calle ya se torna demasiado oscura y solitaria para que una mujer como usted salga sola, ¿Gusta que la acompañe a la comisaría?- el tono de Miguel era algo insistente.

La mujer tomó el café entre sus manos y comenzó a dirigirse hacia la puerta.
-No hijo, no quiero que te molestes muchas gracias- apenas se escuchó lo que decía doña María, al alejarse rápidamente hasta la puerta, pero se detuvo antes de abrirla al ser interrumpida por Miguel.

-No es ninguna molestia, en verdad, además me gustaría saber como va el caso de ese hombre-

-En realidad Miguel, mi esposo no tiene tiempo de recibir a nadie, ni siquiera estoy segura de que pueda recibirme a mi- diciendo esto, aquella anciana abrió la puerta y salió sin antes despedirse con la mirada de Miguel.

Efectivamente como lo había dicho aquel muchacho, las calles apesar de alumbrarse por los faroles, realmente se tornaba oscura, pero no estaba tan solitaria como ella misma lo esperaba.
Avanzó unas cuantas calles, con el frío viento soplándole en la cara, y apretaba fuertemente el vaso para sentir sus manos un poco más calientes que el resto de su cuerpo.

A lo lejos pudo ver a una mujer que era abrazada por un hombre por la cintura  y se dirigían hacia un callejón.

-No puedo creer como existen ese tipo de personas que se prestan para esas exhibiciones- dijo entre dientes y siguió caminando.

No faltaba mucho para llegar a donde su esposo se encontraba, seguramente agobiado por tanto trabajo que la muerte de don Antonio había causado.

Pudo escuchar el ruido de una campanilla que avisaba que una puerta había sido abierta, siguió el sonido hacia una pequeña cafetería, una mujer extraña salía de ahí, nunca la había visto, y no era temporada para los turistas, dentro del recinto pudo identificar que Corina estaba sentada y que miraba fijamente a la mujer.

-Debe ser amiga suya....-
Siguiendo su camino dos avenidas más adelante por fin, ahí estaba, aquella construcción que le había robado por muchas noches incluyendo esa misma a su marido, yacía frente a ella invitándola a pasar.

Dos policías que se encontraban en la entrada le dieron total acceso y compañía hasta la oficina de su marido .

-Hola Rodolfo, te he traído café.-

lunes, 21 de julio de 2014

Capítulo 8

Terra yacía recostada a las puertas de metal de la hacienda, levantando la cabeza de vez en cuando para ver si su amo se acercaba a ella. Ladeando primero a un lado, luego al otro, y finalmente recostándose en el suelo arenoso y firme. Gimoteaba de vez en cuando, despierta o dormida, incontrolable, escuchaba las chanclas de Angelina dar contra el azulejo y la planta de los pies, yendo de un lado a otro haciendo las labores domésticas, la comida y el barrer de las estancias que aún carecían de un sello policial.

Se sumió en sueños caninos, evocando la mente imágenes, o quizá aromas, o sensaciones, era un lugar inhumano, carente de lógica de corteza superior, traía a su presente onírico un sabor que le desagradó de sobremanera, mezclado con el sudor del hombre que estuvo en la noche merodeando la propiedad; deseosa por estar en otro lugar, prefirió despertar y andar en los alrededores, entre las viñas y su aroma dulzón. Se estiró y se quitó el polvo con sus movimientos, escuchó y olfateó y entonces salió por entre las rendijas, a paso ligero, viendo con monocromática reflexión.

Tras un rato llegó a lo más alto, en donde no había nada más que una silla donde siempre reposaba el hombre de olor dulce y con ella a los pies. Él siempre con un palo enorme que reflejaba la luz cuando lo ponía en su hombro, y que le hacía retroceder cuando un estruendo aparecía.
Aulló un poco y dio vueltas sobre sí misma hasta que se recostó; con los ojos abiertos, pestañeando de vez en cuando, veía y oía y escuchaba; las hojas en sus danzas con las corrientes de aire, las fragancias que emanaban los frutos redondos, y las flores que siempre tenían en su interior un zumbido.
Esperaba que la noche la encontrara ahí tirada, solo para regresar a la hacienda y evitar estar sola a oscuras; tenía eso en la mente hasta que captó un aroma húmedo y fangoso proveniente del este, se dirigió hacia donde provenía el aroma, medio en guardia, medio en ataque. Por momentos se le perdía la señal y tenía que esperar a que reapareciera, muchas veces se confundió de senda de viñedos y tuvo que regresar hasta el principio. Había un laberinto que de manera intuitiva recorría, con fallos y aciertos, así hasta que casi dio una vuelta completa a la hacienda y tuvo que alejarse.

Llegó a los límites de la propiedad, pasó por debajo del alambrado excavando un poco la tierra, casi se cortaba con las púas protectoras y enfilo hasta arriba de un monte, desde ahí, la hacienda se perdía entre los plantíos, engullida entre lo verde.

Terra bajó al otro lado del monte arenoso y cayó en la cuenta de que era la primera vez que se alejaba y salía de su hogar sola. Su mente canina desechó ese miedo y siguió con la nariz guiándose hasta el pie de la colina. Había algunos arbustos y matorrales que coronaban la base, escrutando encontró unas huellas recientes, amplias y raras, puso su pata encima de ellas y vio que no eran suyas...eran más grandes y toscas que su pata. Buscó de donde procedían; la esencia era más potente que antes, una a una, estas tenían más dibujos raros y definidos, chocó con un matorral con ramas rotas en medio, lo atravesó y vio una garganta oscura, alargada hacia lo alto, por donde la luz era escasa y se perdía; unos postes parecían sostener el techo de la abertura y a los lados había unos palos pequeños.

Aulló y se cercioró que el sonido no regresaba, su sonido se perdía en las profundidades de la tierra sin luz, intentó entrar pero se amedrentó a los pocos pasos que dio.
Sin nada que ver, prefirió salir y seguir el rastro de huellas raras, empero, éste se convertía en dos pares de pisadas curvas que eran borrados por el aire soplado.

Y regresó a la hacienda.

lunes, 30 de junio de 2014

Capítulo 7 (segunda parte)



Felipe se dirigió hacia su casa y cuando llegó descubrió que su padre acababa de llegar y se encontraba sentado en el comedor <<Es el momento>> pensó mientras se acercaba a saludarlo.

-Padre… me alegra que ya haya terminado su día laboral, hoy… tuve una visita algo inesperada y quisiera hablar con usted sobre esto-dejó el sobre color crema en la mesa frente a su padre quien comenzó a abrirlo.

Felipe se sentó frente a él y esperó mientras don Jesús leía el documento. Se percató de que sus manos temblaban y cerró sus puños, temía que fuese verdad y esperaba que su padre soltara una carcajada, dejando claro que era una broma bien realizada.

-Felipe yo… tengo mucho que contarte…-susurró don Jesús cuando concluyó su lectura.

-Padre…dígame que es una broma y nada más…-rogaba Felipe mientras miraba el rostro de quien creía su progenitor.

-Felipe…me temía que este día llegara, ese viejo siempre tan hábil para entrometerse en las vidas… Hijo mío… jamás quise mentirte pero… debes entender que tu madre y yo lo hacíamos para protegerte de éste hombre.-explicó con un tono de odio en su voz.

-¿Me está diciendo que soy hijo de Don Antonio Requena?-preguntó con la voz entrecortada.

-Así es…me temo que así es… la historia…. Espera Felipe, siéntate-pidió al ver que su hijo se ponía en pie súbitamente.

-¡¿Me está diciendo que viví una mentira?!-dijo alzando la voz.

-Felipe, entiendo tu enojo pero si te sientas y te callas te explicaré la verdad-exclamó el viejo con voz autoritaria.

El profesor no tuvo más remedio que obedecer, sus ansias por la verdad de su vida lo obligaron a hacerlo y se volvió a sentar mientras guardaba silencio. 

-No quiero escuchar una palabra hasta que concluya mi relato, no seré aquel que te engendró pero yo te eduqué y merezco que obedezcas aunque seas todo un hombrecito soy tu padre-Reprendió y después su voz se suavizó, mojó sus labios antes de comenzar…

“Conocí a tu madre desde que éramos niños, nuestros padres tenían muchos planes para nosotros primero compañeros de juegos, cómplices…Y esperaban demasiado aunque nosotros no pensábamos del mismo modo; teníamos una gran amistad que hasta nos hizo conseguir empleo en el mismo sitio, en la famosa Casa de los Requena. Ella se encargaba de la limpieza mientras yo trabajaba en los viñedos, él estaba muy enamorado de tu madre… ¿Y quién en el pueblo no lo estaba? Ella… siempre fue hermosa, sus ojos almendrados, su cabello largo y castaño, su cálida sonrisa que derretía a cualquiera que se atreviera a mirarla…
Poco a poco su relación crecía, sin embargo algo muy dentro de mí me decía que no saldría nada bueno de todo aquello. Los padres de Antonio nunca vieron con buenos ojos la unión de él con una chica de clase inferior y  encontraron una oportunidad en la llegada de sus amigos quienes esperaban que su hija se desposara con algún joven apuesto y adinerado. Acordaron el compromiso de ambos jóvenes y le comunicaron la noticia a Antonio, extrañamente su padre enfermó y murió semanas más tarde. 

Tu madre se enteró de éste compromiso tiempo después de haberse hecho a la idea de que tú crecías en su vientre. Ese día lo recuerdo muy bien… Ella le comunicó la noticia a tu progenitor quien escudado por las palabras de compromiso dichas por sus padres no quería hacerse cargo de ella. Recuerdo cuando me encontré con ella después de la jornada laboral, estaba llorando desconsolada y, al verme se aferró a mis brazos.

-Chuchito… ¡se me va a casar Antonio!-decía entre sollozos.-Se me va a casar y no quiere a mi niñito que aún no ha nacido.

-Elena… Lamento enterarme de todo esto… pero como es capaz de rechazar a su propio hijo… ¿Elena por qué te entregaste antes de matrimoniarte?-

-Chuchito… Antonio me prometió hablarlo con su madre… pero… veme ahora… ya no me quiere y tengo que cuidar a mi hijito… -lloraba y acariciaba su vientre-Hijito mío…discúlpame por traerte a este mundo tan cruel…por no elegirte un padre mejor.

-Calma Elena… yo hablaré con ese sujeto… Debe aceptar las consecuencias… aunque esté comprometido debe hacerse cargo de este niño-le respondí para tratar de tranquilizarla.

Y sí… hablé con él…Pero perdí mi empleo al momento… debo decir que fui muy brusco con alguien de “tanta clase” prometió compensarla…según estaba haciendo los trámites para ello… pero… algo cambió y tu madre me pidió que escapáramos de Parras de la Fuente esa misma noche. No tuve alternativa más que ayudar a mi mejor amiga.

Salimos de allí mientras todo el pueblo se alertaba, buscaban a tu madre… al parecer algo había ocurrido….”

-Esa es la historia… No estaba enterado que al final había decidido compensarte por todo….-reflexionó acariciando su frente.

-Entonces…. Discúlpeme padre… yo creí que mi madre y usted…-murmuró Felipe tomando una de las manos de su padre-Lamento haber pensado mal
 
-Tu madre y yo siempre fuimos amigos aunque aparentábamos por tu bienestar…

 -Padre… ¿Cree adecuado que… vaya a Parras de la Fuente a reclamar la herencia?-preguntó volviendo a leer la copia del testamento.

-Es tu decisión Felipe… sin embargo…tendrías que cambiar de nombre… y dejarías de ser mi hijo… pero mereces aquella fortuna… jamás debiste sufrir tantas carencias…si tan sólo Antonio se hubiese hecho cargo de ti y de tu madre…

-Usted siempre será mi padre…de eso jamás tenga duda… Iré, cambiaré mi nombre… Pero sólo quiero deshacerme de aquella propiedad para poder regresar con usted, ese dinero no es nada para mí, sino puedo compartirlo con las personas a quienes aprecio.-aclaró Felipe.


Habían pasado dos días desde la plática con su padre y estaba ya finalizado el trámite del cambio de nombre… Felipe Roldán había dejado de existir para darle paso a Rafael Requena y acompañado de su ahora abogado Aurelio estaban llegando Parras de la Fuente para tomar posesión de la herencia del fallecido Don Antonio Requena.

-Fel… digo Rafael, tenemos que mantener las apariencias si queremos que no existan problemas con los residentes no pueden saber de tu cambio de nombre, para ellos siempre se supo que se te había dado el nombre tal como dejó correr el rumor Doña Esperanza, tu abuela…-aclaró don Aurelio acomodándose el nudo de la corbata-Trata de no mencionar mucho sobre tu vida en la Capital.

-No te preocupes Aurelio…de todos modos no será mucho tiempo el que permanezca aquí-murmuró Rafael.-Vamos a ese negocio…-dijo señalando la única cafetería del lugar- Se ve muy acogedor, además es hora de que comience a conocer a la gente.